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No estás rota: tu sistema nervioso está intentando protegerte

No estás rota: tu sistema nervioso está intentando protegerte

No todos los ataques de ansiedad son iguales

Cómo tu sistema nervioso explica lo que te pasa (y qué necesita de ti en cada momento)

Cuando hablamos de ansiedad, solemos imaginar una escena muy concreta: el corazón acelerado, el miedo intenso, la sensación de que algo terrible va a ocurrir o de que vamos a perder el control.
Y aunque esa experiencia existe, no es la única.

En la práctica clínica —y sobre todo en la vivencia corporal— la ansiedad adopta muchas formas.
Muchas de las crisis que etiquetamos como “ansiedad” no son un fallo del cuerpo ni un problema de la mente, sino respuestas automáticas del sistema nervioso ante una percepción de amenaza.

El cuerpo no se equivoca.
Está intentando protegernos.

En las personas altamente sensibles, estas respuestas suelen sentirse con más intensidad y rapidez. El sistema nervioso PAS capta más información, la procesa más profundamente y reacciona antes. Por eso, entender qué estado está activo en cada momento puede cambiar por completo la forma en la que nos acompañamos.

No es lo mismo un cuerpo que está acelerado buscando huir, que uno que se apaga porque siente que no hay salida.

Nuestro sistema nervioso autónomo tiene varias maneras de reaccionar cuando detecta peligro. A veces se activa para luchar o huir; otras, cuando la amenaza se vive como abrumadora, entra en un estado de apagamiento; y en muchas personas —especialmente PAS— puede oscilar entre ambos estados.

Cada uno se siente distinto en el cuerpo.
Y cada uno necesita algo diferente.

Hay crisis de ansiedad en las que el cuerpo entra en modo alarma. La adrenalina se dispara, el corazón late con fuerza, la respiración se acelera. Aparece el miedo intenso, la urgencia, la sensación de que hay que hacer algo ya.
Aquí el sistema nervioso cree que hay un peligro inmediato.

En estos momentos, el cuerpo no necesita lucha interna ni más exigencia. Necesita bajar activación y recuperar seguridad. Respiraciones lentas con exhalaciones largas, calor, contacto, contención, palabras tranquilizadoras… Todo aquello que le diga al sistema: “Ahora no hay peligro”. En algunos casos, y siempre pautado, también puede ser útil un apoyo farmacológico puntual.

Pero no todas las crisis se viven así.

Hay otro tipo de ansiedad mucho menos reconocida, especialmente en personas sensibles: la que se parece más al mareo, al vacío, a la desconexión. El pulso puede bajar, aparece la palidez, el frío, las náuseas, la sensación de “me voy” o “no estoy del todo aquí”.
Este no es un cuerpo acelerado, sino un cuerpo que se ha apagado para sobrevivir.

Cuando el sistema nervioso siente que no puede luchar ni huir, entra en un estado de colapso. Y aquí, paradójicamente, sedar más o frenar todavía más puede empeorar la sensación.

Este cuerpo no necesita calmarse: necesita volver poco a poco a la activación, de forma segura. Movimiento suave, sentir los pies, estimular los sentidos, orientarse en el presente, respirar de manera natural. El mensaje aquí es otro: “Puedes regresar, no estás sola”.

Y luego está un tercer escenario, muy común en personas PAS y en quienes han vivido estrés prolongado o trauma: la ansiedad que oscila. Momentos de palpitaciones seguidos de mareo, agitación interna mezclada con debilidad, confusión, bloqueo. El sistema nervioso entra y sale de su ventana de tolerancia sin encontrar un punto estable.

En estos casos, el cuerpo necesita ritmo, contención y presencia. Movimiento rítmico, presión profunda, sostén, co-regulación. Nada brusco, nada invasivo. Paso a paso.
El mensaje aquí es: “No hace falta correr, vamos juntas”.

Por eso, en personas altamente sensibles, muchas crisis no se resuelven solo entendiendo lo que pasa a nivel mental. Se resuelven escuchando qué necesita el cuerpo en el estado concreto en el que está.

Aprender a distinguir qué sistema está activo reduce el miedo, evita intervenciones que pueden empeorar los síntomas y nos permite acompañarnos con más respeto.

Llamar “ansiedad” a todo puede invisibilizar respuestas muy distintas del sistema nervioso.
Cuando aprendemos a leerlas, dejamos de luchar contra el cuerpo y empezamos a aliarnos con él.

Y quizá entonces aparece algo importante:
si eres PAS y sientes que tu ansiedad no encaja del todo en lo “habitual”, tal vez no estés rota.
Tal vez tu sistema nervioso esté haciendo exactamente lo que aprendió a hacer para protegerte.

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